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HISTORIA

Ernesto Quintero Chaves, Carlos Julio Pérez y sus amigos de lucha tenían la presunción de que en aquella reunión del colegio Antonio Nariño, que ellos bautizaron Asamblea Comunitaria, iba a ocurrir algo bien importante para sus objetivos de mediano plazo. Pocas semanas atrás Carlos Julio había sido declarado “persona no grata” por la Asociación de Padres de Familia del colegio Juan Pablo II.  De manera que la directora del núcleo educativo Nº 1, Licenciada Julia Durán de Bermúdez, estaba inquieta por lo que pudiera suceder en la reunión a la que asistirían vecinos del barrio, la directiva de la Junta Comunal del Doce de Octubre, la Asociación de Padres Familia del pequeño colegio Juan Pablo II, los recién elegidos comuneros y Ernesto Quintero Chaves, directivo de la Asociación de Educadores del Meta.  Eran las cuatro de la tarde y el sol pegaba duro lo que volvía el ambiente aún más bochornoso. En aquellos primeros años de la década del noventa, como ya se ha mencionado, había surgido en Villavicencio un fervor por las luchas comunales. Por primera vez fueron elegidos oficialmente los llamados comuneros y en la Comuna Nº 1, a la que pertenecían los mencionados colegios, los ánimos estaban caldeados. Doña Julia hacía ingentes esfuerzos para que se le aprobara la idea de llevarse el Juan Pablo II del colegio Antonio Nariño, donde funcionaba en préstamo, para la jornada de la tarde de la escuela Policarpa Salavarrieta del barrio La Grama. Del otro lado, estaban el ya mencionado Carlos Julio; Ernesto Quintero Chaves, directivo de la Asociación de Educadores; los comuneros Julio César Riaño, Myriam Herrán de Alvarado, Carlos Julio Rojas, Antonio José Quique;  Myriam Ruiz de Sandoval, quien presidía la Junta de Acción Comunal del Panorama; Alicia Cajamarca de Rodríguez y Pedro Urrea, directivos de la Junta del Doce; Odilia Vásquez de Mesa, directiva comunal de Chapinerito Alto; Fidel Rodríguez, de Chapinerito Bajo, Pedro Pablo Rico, del Emporio; Francisco Vanegas, directivo comunal de Nueva Granada; Jesús Alméciga, directivo comunal del barrio Rondinela, el ingeniero Freddy Toro y los profesores María Eulalia Rojas de Rojas y Miguel Ángel Guevara, comunero y a la vez presidente de la Junta de Acción Comunal del barrio Galán, entre otros. Y ocurrió lo que se esperaba. Primero se explicó, con la claridad que el auditorio ameritaba, que si se permitía el traslado del Juan Pablo II a la Policarpa, el colegio terminaría absorbiendo la escuela y ya no habría poder humano que lo regresara. Después se planteó la necesidad de un colegio digno, con arquitectura digna, porque así lo sugerían las cifras de crecimiento. Pese a que un grupo de los asistentes no se rendía a las evidencias y acusaba a los comuneros de comunistas, un rotundo NO fue la expresión mayoritaria de la comunidad ante la propuesta de trasladar el Juan Pablo II de su provisional sede. Fue entonces cuando toma fuerza la idea de buscar un lote en la parte alta de la comuna para construir en él su planta propia.  Una señora, que hacía parte de la Junta del Doce, cuando se tomó la decisión, manifestó de manera irónica que se iban a quedar sin el collar y sin el perro. Así las cosas, con los 25 millones de pesos asignados por la ordenanza que creó el colegio se barajaron varios lotes. Pero un nuevo inconveniente había de presentarse: la mencionada ordenanza decía: CONSTRUCCIÓN. De manera que había que cambiarle la destinación y eso implicaba mover el andamiaje burocrático del gobierno y de la Asamblea del Meta. Con la oposición de la Junta de Acción Comunal del Doce de Octubre que, según palabras de Carlos Julio Pérez, se creía dueña de la comuna, y de un pequeño grupo de personas que esgrimían el argumento de que los comuneros lo que pretendían era enterrar la obra del partido conservador, se logró, sin embargo, que la ordenanza fuera modificada. Quedó entonces: COMPRA DE LOTE y/o CONSTRUCCIÓN. El paso siguiente debía ser la escogencia del terreno. Por un lado, la Junta de Acción Comunal del Doce de Octubre había propuesto la zona verde que las autoridades dejan por norma urbanística en el sector del barrio El Virrey, donde hoy existe un campo de baloncesto, unos juegos para niños y dos salones en una extensión de 3.400 metros cuadrados. Por otra parte, acompañados del gobernador del momento, Plinio Hernán Castro, varios de los líderes se pegaron sus buenas caminatas por las pendientes de Chapinerito y los barrios contiguos. Les gustó mucho La Melita, que así se llamaba la finca donde hoy queda el conjunto residencial San Ángel. Era una hectárea de terreno con una construcción, algo derruida por el tiempo, que para la época pareció demasiado cara: cien millones de pesos. Otra opción que surgió, pero que al final no fue considerada por lo inadecuado del terreno, era un predio de la finca Los Girasoles, propiedad del señor Miguel Laverde. Fue Carlos Julio Pérez quien desempolvó una norma del antiguo ICCE que reglamentaba el área mínima de los establecimientos educativos y con base en ella se estableció la condición de que el predio para el colegio debería tener un área no menor a diez mil metros cuadrados. Por su parte, el profesor Miguel Ángel Guevara, al enterarse de que un extranjero estaba vendiendo un lote en 25 millones de pesos, acompañado de Florentino Torres, vecino de El Virrey, se tomó el trabajo de ir a conocerlo. Era una quinta campestre enclavada en la montaña, con árboles de algarrobo y una casona de paredes gruesas y techo colonial. Cuando preguntaron los pormenores de la venta, el vigilante, que era un policía, los manda a una iglesia del barrio San Benito llamada Luz y Vida. Una vez allí, luego de tener que participar en el culto de la iglesia por las circunstancias de la hora, se comunicaron por radioteléfono con el propietario del lote quien en ese momento andaba por Medellín. Se llamaba Robert  Finky. Era pastor de una iglesia cristiana evangélica y había puesto en venta su preciada quinta luego de que fuera amenazado por no sabía qué fuerzas oscuras. A partir de allí comenzaron las negociaciones que desembocaron en la compra del terreno cuya área es de 18.500 metros cuadrados donde, pocos meses después, se puso la primera piedra para la construcción del tan anhelado colegio Juan Pablo II. Pero no fue tan fácil. El doctor Plinio no duró más de cuatro meses como gobernador y Alan Jara deja vencer la vigencia de la partida. La comuna se moviliza y comienzan las manifestaciones de protesta. Las juntas de El Emporio, La Grama, El Triunfo, Doce de Octubre, Galán y Nueva Granada no escatimaron esfuerzos para hacer presencia en las marchas. Al cabo de pocos días la partida se recupera. Rescatada entonces, se firma la promesa de venta del lote. Los líderes del movimiento estaban tranquilos. Era cuestión de esperar. Vino luego la firma de la escritura (Nº 3224) en la que quedó una cláusula de que si a la fecha no se había pagado el lote todo el proceso quedaba reversado y nulo. Pero un nuevo problema habría de surgir: el cambio de gobernador. El doctor Alan Jara se iba el 30 y el plazo señalado en la escritura vencía el 2 del mes siguiente. Por aquella época el sistema bancario era muy rudimentario y a esto se sumaba el inconveniente de que las tesorerías cerraban a fin de mes y no volvían a abrir hasta el 10. De manera que se volvió a la protesta, esta vez con estudiantes y docentes. Había que presionar el pago. La verdad era que plata no había y el gobernador pidió un plazo en el que además ofreció como garante a su tesorero, el señor Jara, quien era toda una institución por su rectitud y seriedad. La gente se había agolpado en los alrededores de la escuela Antonio Nariño y en medio de consignas y abucheos manifestó su posición de no dar tregua alguna. El gobernador fue entonces hasta el Banco del Estado en donde solicitó al gerente un sobregiro quien extrañado llamó a sus jefes de Bogotá. Aunque nunca se había hecho, estos no encontraron ninguna norma que prohibiera dar sobregiros a una entidad pública. “Y les llegué a la comunidad con el cheque, dijo el gobernador Alan Jara – en una entrevista para el periódico Proyección–  e hicimos el negocio con el gringo por un valor cercano a los cincuenta millones de pesos”. Era el año 1990. Después vinieron una serie de coincidencias que hacen que el colegio resulte beneficiado: llega Eduardo Fernández Delgado como gobernador del Meta, quien se enamora de la causa y lleva a cabo una importante inversión: 50 millones de pesos con los que se construyó el primer bloque de salones que le dio forma de colegio a la recién adquirida Quinta Shaloom. El Secretario de Educación de entonces era Fabio Alfonso Mora.  Por esta época la Constitución Política de Colombia tiene una nueva reforma y como consecuencia de ello el conservador Omar Armando Baquero Soler se convierte en el primer mandatario elegido por voto popular en el Departamento del Meta. Al poco tiempo de su elección, Baquero Soler se lleva a Jesús María Gómez Gómez como rector del colegio Juan Pablo II. Proveniente del Eduardo Carranza, Chucho, como siempre se le llamó cariñosamente, le dio un enorme impulso a su nueva Institución. Poco después, desde su cargo de Secretario de Educación, realiza los nombramientos y traslados de docentes que enrumbaron al colegio Juan Pablo II por la senda del crecimiento académico. Desde luego, aprovechó también su cuarto de hora para gestionar algunas inversiones en cuanto a infraestructura. Es así como da inicio hasta su culminación del hoy Polideportivo Oswaldo Bracho, nombre que le es dado  en homenaje  al extinto cantante de música llanera, declarado hijo adoptivo del colegio y quien por muchos años participó en el reconocido Festival de San Pascual Bailón.  También fueron obra suya la cafetería y los ya desaparecidos filtros de agua que en su momento se convirtieron en un recurso valioso para la salud de los escolares. Con el paso de los años el colegio Juan Pablo II empieza a posicionarse en el ámbito educativo de la capital del Meta.  Su topografía campestre; sus mañanitas tapadas de neblina; la refrescante brisa nacida en la montaña vecina  y los distintos niveles de sus salones por cuyas tejas se asoman las enredaderas del bosque cercano, lo van convirtiendo en uno de los más atractivos de Villavicencio.  De manera que la demanda de cupos fue grande y había que reservarlos, en primer lugar, para los estudiantes venidos de la comuna.  Era un criterio sano que no había que perder de vista. Una conquista a la que no se estaba dispuesto a renunciar nunca. Y así lo había entendido Chucho  Gómez.  Como lo entendió su sucesor Raúl Herrera Rojas.  Como lo ha entendido y puesto en práctica la Magister Sandra Inés Bernal. Asombrados por el rápido crecimiento del colegio, las autoridades del municipio y las fuerzas vivas de la comunidad se dieron a la tarea de construir el puente que permitiera el acceso fácil de los estudiantes a la Institución.  Para el tiempo en que el licenciado Manuel Vicente Martínez era rector encargado, la gobernación del Meta construyó  uno cuyo costo superó los seis millones de pesos de la época.  Era un puente que por algún capricho de ingeniería tenía en uno de sus extremos  la figura de una  cabeza de vaca.  Aunque solucionó el problema de la entrada del personal, al poco tiempo se volvió obsoleto no sólo por su poca luz sino por lo endeble de su estructura, que se mecía como una hamaca al paso de los estudiantes, y entonces se tomó la decisión de desmontarlo.  De allí que a punta de rifas y bazares la Asociación de Padres de Familia, los estudiantes y docentes, de nuevo con Jesús María Gómez a la cabeza,  se propusieron reunir el dinero suficiente para reemplazarlo.  El millón cuatrocientos mil pesos de utilidades les alcanzó de sobra para el nuevo viaducto que resistió durante varios años, los pasos locos de sus principales transeúntes. Construido y entregado durante la administración de Edilberto Castro, hoy día, en el mismo lugar y sobre aquella quebrada que en otro tiempo había que cruzar por unos rieles tendidos de una orilla a la otra, se extiende un nuevo puente, capaz de soportar el peso de un camión si fuese necesario.  También en esta obra tuvo que ver el señor Téllez, pues una de sus hijas era para la época la Secretaria de Hacienda Departamental.  El gobernador Castro llegó a su inauguración en helicóptero. La muerte de Chucho Gómez, acaecida el martes 7 de agosto de 2007, produjo un gran impacto en la comunidad juampablista.  Recién había terminado la XIII versión del Festival de San Pascual Bailón en el que no dio muestras de dolencia grave alguna.  Pero se fue para siempre, como se fue Ernesto Quintero Chaves  un mal día de 1994, junto con cuatro  estudiantes del colegio que nos ocupa. La llegada en el año 2010 de la licenciada Sandra Inés Bernal a la rectoría del Juan Pablo II, luego del breve período de Raúl Herrera Rojas, marca una nueva etapa en la vida del colegio.  Su manera particular de encarar las situaciones en los distintos frentes y de dar impulso a las jornadas de carácter pedagógico,  ha permitido que la Institución, con el indiscutible empeño de sus docentes,  se mantenga en el nivel superior de las pruebas ICFES, realice de manera exitosa el tradicional reinado y festival de música llanera; así como el Encuentro Estudiantil de Filosofía, entre otros eventos.

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PREHISTORIA

En el marco del Plan Nacional de Desarrollo “Cambio con Equidad” formulado para el período 1982 – 1986, en el gobierno del presidente Belisario Betancur, se había creado la Campaña de Instrucción Nacional CAMINA, la cual pretendía recoger y organizar los diversos programas anteriores relacionados con educación extraescolar y de adultos. De manera que el …

CONTEXTO

La primera generación de comuneros, conformada por dirigentes sociales e integrantes de Juntas Administradores Locales, marcaron  un hito en Villavicencio. Pese a que el Meta descollaba como departamento petrolero y, para su fortuna, desde hacía algunos años habían encontrado en la vereda Apiay un enorme yacimiento de gas, a nadie se le había ocurrido luchar …

CRONOLOGÍA

Año 1987.  Primer rector: Alfredo Rodríguez, patojito. Año 1987.  Primera planta de profesores jornada nocturna: Luis Ernesto Rincón, Sigifredo Gutiérrez, Nelson Vivas Mora, Emigdio Duarte, Sigifredo Camargo, Rubiela Rey y María Elvia Niño. Año 1988. sede Antonio Nariño.  Primeros docentes de la jornada de la mañana:  Zoila Espinosa, licenciada en idiomas; Mireya Caicedo, en  Matemáticas y Edgar Ubaque Jiménez, quien …