La primera generación de comuneros, conformada por dirigentes sociales e integrantes de Juntas Administradores Locales, marcaron un hito en Villavicencio. Pese a que el Meta descollaba como departamento petrolero y, para su fortuna, desde hacía algunos años habían encontrado en la vereda Apiay un enorme yacimiento de gas, a nadie se le había ocurrido luchar por los beneficios que dichos combustibles deberían traerle a la región y a sus habitantes. De ahí que los comuneros y dirigentes sociales entre los que destacaban Ernesto Quintero, Julio César Riaño, Myriam Ruiz de Sandoval, Carlos Julio Pérez y otros líderes se echaron encima la tarea de realizar el Debate ciudadano por el gas de Apiay para el que agitaron la consigna: “Nuestra meta comunero: para el Meta el gas primero”. Todo porque el gobierno había tomado la decisión de llevarse el gas para Bogotá y al Meta dejarlo para una fecha que a sus habitantes les pareció incierta. Propósito que al final vio truncado, y fue Villavicencio quien empezó a favorecerse del preciado hidrocarburo.
Otra pelea que dieron fue contra el alza en el transporte que lograron frenar en una negociación dura, hasta el punto que terminó el alcalde de la época sacándolos del escenario, ya que aquellos comuneros les resultaba personajes muy incómodos.
Estos acontecimientos y los fuertes debates que se generaban alrededor de los temas más candentes les tocó el alma a un sector de comuneros y líderes sociales y decidieron constituir un grupo que bautizaron con el nombre de Renacer Comunero. Luego de que sacaran un pequeño manifiesto en el que rememoraron las gestas de José Antonio Galán, en el acto de posesión de las Juntas Administradoras Locales exhibieron un pendón en el que se podía leer: “Reclamar es exigir, no mendigar”.
Indiscutiblemente, el fenómeno que se dio en la Comuna Nº 1 de Villavicencio fue tan interesante como fructífero. Nacidos como un elemento de expresión ciudadana, fueron los comuneros quienes reclamaron espacios de participación democrática. Una de las pretensiones del momento era la de tener injerencia en la elaboración del presupuesto municipal, propuesta que no avanzó por falta de reglamentación de la norma que creaba las Juntas Administradores Locales, JAL. Lo que sí se logró fue el compromiso de reunirse cada quince días con el Ingeniero Omar Armando Baquero Soler, alcalde de la ciudad en ese momento, para escuchar y resolver las necesidades de la comunidad que representaban.
Pero además les había quedado claro a los comuneros que su credencial pesaba. No era lo mismo llegar como comunero a una oficina del gobierno que como presidente de junta de acción comunal. Y por fortuna la Comuna Nº 1 contaba con ocho de ellos, quienes habían convertido la casa del señor Segismundo Téllez y las sedes de las juntas comunales de los diferentes barrios en puntos de encuentro para sus planes y actividades. Fue esa representatividad, de origen popular y político, lo que permitió darle peso a la protesta ciudadana de los padres de familia del colegio Juan Pablo II.